La música se puede incorporar a un establecimiento como una herramienta que genera sensaciones a los clientes, invitándoles a pasar más tiempo en el local, intensificando la actividad del negocio y dando personalidad a la marca.
Leonard Cohen, una de las numerosas voces que se apagaron durante el recién finalizado 2016, afirmaba que la música es la vida emocional de la mayoría de las personas. Del mismo modo que los oyentes sentían congoja al escuchar la entonación de los versos de este compositor lorquiano, la música se puede incorporar en una pyme como una herramienta sensorial con la que generar distintas emociones a los clientes.
Más allá del habitual hilo musical emitido por la megafonía de los centros comerciales, una pequeña compañía también puede dedicar parte de sus esfuerzos para que en sus instalaciones suene algo más que la radiofórmula de algunas emisoras. “El propietario de la pyme debe estudiar el perfil de sus consumidores y ponerlo en sintonía con el entorno en el que quiere relacionarse con ellos. Conseguir un ambiente cálido hará que el cliente permanezca más tiempo en sus instalaciones y lo predispone para hacer más compras”, afirma Gemma Martín, profesora de márketing de Esade. Así, generar una experiencia placentera para el usuario influirá directamente en el volumen de ventas de una compañía, por lo que es importante atender a ciertos aspectos de lo que se emite en el local para que el cliente no salga espantado nada más atravesar sus puertas.
Música blanca.
“La música es un elemento que en las tiendas funciona siempre en positivo. Es decir, si en el establecimiento no se escucha nada, al consumidor le angustia esta sensación de vacío generando, de forma inconsciente, un rechazo absoluto hacia ese entorno”, explica Martín. Por eso, la profesora afirma que es imprescindible que ningún negocio esté en silencio. Para evitarlo, la mejor opción es la música blanca, un elemento que va a dotar de empaque a todos los rincones del local.
“El setlist de canciones para una pyme debe estar repleto de sonidos similares a las melodías con las que el cliente disfruta en su ocio. Sin embargo, debe ser incapaz de reconocerlas, ya que, de lo contrario, si puede tararear las melodías, tiene una percepción del tiempo mayor”, asevera la experta. En ese sentido, mantener un volumen bajo, casi imperceptible, es fundamental para no captar su total atención y que se disperse a la hora de concentrarse en las compras.
Por ejemplo, para envolver el local de una tienda de ropa juvenil, los sonidos deberían parecerse a lo que escucha cuando va a su bar de referencia. Por el contrario, en un local de fragancias de moda clásica, orientado a un perfil más adulto, unos acordes clásicos dotarían de la seguridad que requiere la compra de productos que, generalmente, son más caros.
Sonidos por canciones.
Es habitual pensar sólo en canciones cuando se trata de incorporar música a un negocio. Pero dependiendo del sector de actividad en el que se encuadre la pyme puede utilizar sonidos que provienen de la naturaleza. “Por ejemplo, para tiendas de decoración exterior o jardines, funcionaría muy bien escuchar el trino de los pájaros porque evoca la sensación que los clientes quieren experimentar en sus casas”, comenta Martín. Del mismo modo, en el espacio de los acuarios de una tienda de mascotas, pueden sonar olas.
La segmentación de espacios abre la puerta a que las compañías con instalaciones de ambientes diferenciados incorporen distintos sonidos a cada emplazamiento, generando diversas emociones al cliente cuando pasea por las instalaciones. De este modo, en una tienda de muebles no debe escucharse lo mismo en el lugar reservado para las cocinas que en el destinado a los dormitorios. Además, decantarse por utilizar sonidos puede suponer un ahorro porque el responsable deja de preocuparse por las tasas relacionadas con los derechos de autor de las obras.
Variar el ritmo.
Diseñar estrategias acordes al momento en el que se encuentra el negocio y el tempo de la música es fundam
ental. Según qué hora del día sea y el volumen de actividad, el ritmo de los sonidos debe variar. “En los tramos de la jornada en que se acumule el grueso de las ventas, los sonidos deben ser animados e invitar a comprar más rápido.
Por el contrario, si la tienda está vacía, deben sonar melodías pausadas, que relajen al cliente”, señala Carlos Aguiló, profesor de Esic. Además, es importante que la música esté presente en todos los soportes del negocio, tanto offline como online, pero con un formato diferente. “Aunque deben ser sonidos parecidos, no puedes utilizar la melodía reservada para la tienda en la web o para mantener en espera al teléfono”, señala Aguiló. La clave, según el profesor, se encuentra en la duración del sonido.
Interacción con el público.
La música puede ser una excusa para fidelizar clientes. Puedes implicar a tus consumidores para que sean ellos quienes reproduzcan en su casa lo que suena en el local. En este sentido, las redes sociales son un aliado fundamental, pudiendo crear una lista colaborativa en Spotify para que escuchen la banda sonora de su tienda mientras trabajan. Además, los responsables de la compañía pueden dar un paso más y montar un concierto en su local. Para la selección de la banda, pueden hacer una encuesta a través de Twitter en la que los clientes elijan al artista.
Empleados.
Al igual que afecta a los clientes, lo que suena en una tienda influye en sus empleados. Por eso es importante prestar atención también a los gustos de los trabajadores, para que su jornada laboral no se haga insoportable. En este sentido, adecuar la música a los ritmos circadianos de las personas es la mejor opción para que desempeñen sus tareas de forma eficiente. Para motivarles, una buena opción es sorprender de vez en cuando con una canción o repetir la misma con la que identifiquen el fin de su jornada.
Fuente: Expansión